DETERMINISMO o LIBRE ALBEDRÍO?
Creo
interesante para debatir, si se cree conveniente y apetece, este
escrito de "Telemaco" que aparecio en la revista de la Asociacion de
Astrologia Cientifica de Valencia (dirigida por nuestro querido amigo
Vicente Rausell Lillo) en el numero 2 de mayo-junio de 1983.
¿DETERMINISMO o LIBRE ALBEDRÍO?
A
ningún astrólogo se le oculta el hecho de que comúnmente los
adversarios de la astrología no poseen conocimiento alguno o, en el
mejor de los casos, tan sólo muy superficial de esta ciencia.
Precisamente, de los círculos de tales adversarios proceden quienes
reprochan a la astrología de favorecer entre sus partidarios un concepto
fatalista de la vida. Por supuesto, estos señores se han ahorrado la
labor de examinar, en primer término, si efectivamente los actos humanos
están sujetos a una necesidad inalterable y hasta qué punto los
astrólogos enseñan y -lo que es más importante- pueden demostrar tal
determinismo.
A
tal efecto, y al comentar tan polémico tema, debemos comenzar por
definir: Libertad. Facultad que tiene el hombre de obrar o no obrar
entre las posibilidades que se le ofrecen (libre albedrío). Fatalidad.
Inevitable, predestinado (fatal). Determinismo. Doctrina científica y
filosófica según la cual la vida y el universo en su totalidad, está
determinado por causas necesarias. En consecuencia, niega el azar.
Fatalismo. Doctrina moral y filosófica según la cual todo lo que sucede
está fijado de antemano y es inútil oponerse. En consecuencia, anula el
albedrío.
No
vamos a entrar en discusión, sí en diálogo. Como observa Demetrio.
Santos: «Siendo la astrología en gran parte predictiva, al calcular un
hecho previsible ya lo modificamos por el hecho mismo de conocerlo, y
por ello no se realizará conforme a lo calculado exactamente». Es
cierto, pero sí ya estaba determinado el hecho de conocerlo, igualmente
estaría determinada su modificación. Es decir: que lo que hemos
calculado exactamente como previsible era erróneo, estábamos
determinados o predeterminados a equivocarnos, y por lo tanto, sucede el
hecho que tenía que suceder como tal -incluyendo el lapsus-. Entonces
pensamos que realmente quienes nos equivocamos somos nosotros. No
modificamos, pues, ningún hecho.
A
este respecto, cabría entonces preguntarse si realmente es determinismo
o nosotros mismos nos determinamos. Por lo que el libre albedrío seria
pura teoría narcisista. Pero sí nosotros, al prever un hecho, para poder
modificarlo a nuestro libre albedrío o conveniencia, nos estamos
equivocando y no podemos evitar que otro «hecho» ocurra, y no
precisamente el pronosticado, ¿cómo podemos predecir? Todo sería un
error. No se nos escapa la idea de que para calcular un hecho previsible
no tendrá que ser subjetivo, porque ya de por si lo estamos
modificando. No es lo mismo el pensamiento de querer que pase «eso», que
lo que realmente pasa.
De
todo esto sacaremos una conclusión por las siguientes manifestaciones:
Schopenhauer. «El conocimiento de la necesidad estricta de los actos
humanos es la línea divisoria que separa de los demás los cerebros
filosóficos.» Nietzsche. «Níngún postígo conduce al aire libre, al
albedrío; por cuantos hasta ahora uno haya tratado de evadirse, tantos
vuelven a llevar a los muros férreos del hado. Libre... podemos soñar
que lo somos, pero no nos lo podemos hacer.» H. Selva. «El hombre nace
equipado con una constitución determinada, con cargas fisiológicas
determinadas, con un temperamento determinado que favorece
manifestaciones psíquicas determinadas, con susceptibilidades
determinadas para influencias exteriores, con afinidades electivas y
disposiciones volitivas determinadas; aparece en un ambiente material y
social determinado, distinto en cierto modo de otros medios de
naturaleza semejante y también codeterminado para su educación.
Como
todo cuanto existe, estos diversos factores a los que aún otros muchos
podrían añadirse, están sometidos a la ley universal de la «casualidad»,
a la que sucumben como productos también todos los efectos
consiguientes ulteriores con sus varias ramificaciones y sus múltiples
combinaciones. Después del nacimiento, estos factores se sustraen por
completo o parcialmente a ser influenciados por la propia voluntad.» A
ello nos preguntamos ¿voluntad determinada...? H. Selva continúa: «El
hombre es libre, en el sentido de que posee la facultad de elegir sin
fuerza entre varías necesidades que se le presentan de modo fatal.
Prescindiendo de esta elección, desde el momento de su concepción hasta
el último latir de su corazón está sujeto al doble de las leyes que
dominan la vida universal y de los efectos consecuentes de actos
volitivos pasados.» Como vemos, Selva comparte totalmente las opiniones
de Pitágoras. Utilizando la vía inductiva, Paul Flambart confirma
rotundamente las propiedades del determinismo, que se confiere -según
él- por herencia, o bien las que intrínsecamente, sé manifiestan por
medio del «ambiente» o medios externos al ser vivo. Sí nos basamos en un
determinismo psíquico -como parece ser que sea nuestra conclusión-, ya a
finales del siglo pasado la psicología se encamina hacía esta noción de
determinismo marcado. Son los reflejos condicionados de Pavlov, el
conductismo de Watson y, sobre todo, las experiencias de Charcot y de
Bernheím, con la hipnosis y la sugestión, para citarnos el caso del
desdoblamiento simultáneo, de conciencia alternante, de la pluralidad de
los centros de la conciencia... La psicología entraba ya en su fase más
importante: el psicoanálisis, que llegaría a descubrir un determinismo
bastante riguroso en los hechos psíquicos. Barbault afirma al respecto:
«He aquí que, con Freud, los gestos más automáticos, los pequeños
errores, los lapsus, los olvidos, los actos fallidos en general, todas
esas manifestaciones accidentales, esas fallas de la psíquis, surgen de
voliciones inconscientes. La pura inadvertencia no es suficiente para
explicar estos fenómenos "dirigidos", "intencionales", pues el
inconsciente dispone, para manifestarse, de tal o cual vía de acceso al
aparato sensorial y aun a la motricidad. ¿En qué se convierte el azar?
¿En un error de cálculo? ¿En un manto arrojado sobre nuestra ignorancia?
Cuándo vemos que todo en la naturaleza está organizado hasta en sus más
mínimos detalles, ¿podemos imaginar que los movimientos más importantes
de la humanidad sean fortuitos?» Continúa: «Los psicoanalistas dicen
entonces que nosotros "Racionalizamos".
Nos
damos cuenta plenamente del error que cometemos al considerar nuestra
inteligencia como una fuerza independiente, y al no tener en cuenta su
subordinación a la vida emotiva, nuestro intelecto no puede trabajar
eficazmente en una vía objetiva, sino en la medida en que se sustrae a
las influencias afectivas demasiado intensas; si no, se comporta como un
instrumento al servicio de un deseo que decide su utilización. Y uno
sabe demasiado bien que los argumentos lógicos no pueden nada contra los
sentimientos.» El doctor René Laforgue, declara: «El alma, como todas
las energías de la naturaleza, sufre el determinismo de las leyes
universales. La lucha, cuya apuesta será la vida, no tiene lugar
solamente entre los individuos, sino también en su misma conciencia,
pues cada uno es un microcosmos hecho a la imagen de un macrocosmos, y
representa el campo de batalla donde se en-frentan las fuerzas del
destino.
Cada
uno es llevado a una dirección que ignora y sirve, aun con su muerte, a
fines que se le escapan. Cada uno está dominado por influencias que,
sin saberlo, lo someten a una obra de la cual no conoce ni el sentido,
ni el fin, ni los medios empleados...» Barbaut: «A poco que cada hombre
examine su vida, no tardará en comprender que ciertos "terrenos" de la
existencia le resultan fáciles: descubre éxitos regulares, mientras se
siente incómodo respecto a otros, donde acumula obstáculos. Es corriente
escuchar, por ejemplo, que tal hombre o mujer tiene buena suerte en sus
"asuntos" y una suerte "negra" en otros; en efecto: su vida consiste en
éxitos constantes en su profesión y en repetidas desgracias en otros.
Estos caprichos del destino humano no pueden justificarse sólo por las
cualidades y los defectos del carácter. Sin duda, el individuo puede
creer que su voluntad dirige el encadenamiento de las causas y de los
efectos determinados, pero hay con frecuencia una separación
inexplicable, inconcebible entre la capacidad, los medios de que dispone
y los resultados que obtiene en la vida, así como sus defectos y las
pruebas por las que atraviesa. A menudo vemos a seres inteligentes y
dotados que tienen todos los elementos para triunfar y que, sin embargo,
fracasan; así como otros tienen un éxito rotundo con pocos medios. Una
"suerte" loca los ayuda en sus pasos y en sus gestos...» Sigmund Freud
descubrió -cuando se detuvo en el problema del destino, en el estudio de
la vida instintiva- que si el ser adulto se conduce en la vida según
«el principio de la realidad», cuando trata de ser objetivo en su
comportamiento, en la medida en que es infantil, se comporta según «el
principio del placer». Pero no tardó en descubrir al poco tiempo, y
despojándose del «principio del placer», una fuerza mucho más primitiva,
más elemental, más impulsiva: la tendencia a la repetición. Freud
percibió que existía un modo de reacción simple que tiende a repetirse
en todos los planos de la vida humana, revistiendo cada vez la forma
apropiada. Á esto le llamó traspaso. Según ese determinismo, las
direcciones inconscientes del individuo son precisas y lo llevan a
reaccionar de manera semejante en todas las circunstancias análogas de
la vida. Para Laforgue, el traspaso es el hecho psicológico por el cual
la reacción que ha determinado una cierta situación, se reproduce
ulteriormente en todas las situaciones que tienen con la primera una
analogía afectiva cualquiera. Una primera situación ha creado, en suma,
una reacción-tipo que la psíquís tiende, por una suerte de inclinación
natural, a transferir a situaciones nuevas, sentidos afectivamente como
análogos a la primera. Observamos así que una orientación psicológica
inicial produce, por reacción, múltiples manifestaciones y engendra de
tal manera la serie de consecuencias de un «complejo» o «trauma». Por lo
que decimos que esos resultados se encadenan mediante una conexión por
analogía absolutamente idéntica a la astrología. Freud: «Así, existe en
la vida psíquica una tendencia irresistible a la repetición, y los
neuróticos no son los únicos que obedecen a este automatismo: de manera
más o menos visible, este automatismo domina la vida de cada uno.» Este
elemento, que no pretendía al principio más que rendir cuentas de la
etiología de la neurosis, se revela como inherente a toda conducta
humana. Laforgue remacha: «Esta compulsión de repetición tiene el
carácter de fatalidad y condena al fracaso o al éxito todos los
esfuerzos de un individuo que quiera enfrentarle. Siempre lo mantiene
prisionero de las mismas obligaciones, le obliga a cometer siempre los
mismos errores. El oráculo de los antiguos encuentra así su significado,
ya que los acontecimientos de un destino no estaban librados al azar ni
a la voluntad de los seres...» De ahí que, entonces y a resultas de las
citadas manifestaciones -y convencimiento-, consideremos la cosmografía
natal, como una detallada radiografía psíquica, un verdadero y profundo
test proyectivo muy poco investigado y analizado como tal.
Al
encontrar las primeras justificaciones del determinismo psíquico,
también deberíamos admitir que los acontecimientos del destino, no sólo
son los resultados que llamamos enfermedad, casamiento, fortuna, viajes,
etcétera, que están inscritos en la cosmografía natal, sino las fuerzas
profundas que lo generán y condicionan. La educación astrológica coloca
a la «configuración» ante todo un estado humano: tendencia psíquica,
trazo de carácter, mecanismo de conducta y de repetición..., y sólo a
continuación y por el desarrollo de esa misma tendencia, de ese mismo
trazo y de esa misma conducta, aparece un destino posible y probable, en
tanto que consecuente, pues el destino astrológico es contiguo a ese
«interior humano» que es, en definitiva, la réplica del «exterior
astronómico».
No
nos paramos aquí: Si consideramos la psíquís, como algo unido al cuerpo
físico, no cabrá la menor duda de que la enfermedad, los casamientos,
están totalmente marcados por el destino psíquico. No olvidemos que sólo
tenemos diez planetas, diez factores fundamentales que condicionan
todas las manifestaciones temporales y espaciales del hombre.
Ciertamente que hay también doce signos zodiacales y los aspectos; así
como innumerables combinaciones posibles para cada planeta, lo que
convierte en prácticamente infinito y específico cada tema individual.
Pero no es menos cierto que estos diez astros permanecen como los
principios de toda la individualidad y personalidad del destino
humano... Cada cual que saque sus propias conclusiones; la nuestra es
clara y determinante.
Determinismo
psíquico por determinismo cósmico. El cielo está en nuestro interior, y
el mensaje -tantas veces repetido- que Schíller envió a Wallenstein,
por medio de su ayuda de campo: «Es en tu corazón donde se encuentran
las estrellas de tu destino.» Podríamos decir: «Es en tu psíquis donde
se encuentran las estrellas de tu destino...» TELEMACO (seudónimo)
BIBLIOGRAFIA Sigmund Freud: Ensayos sobre el psicoanálisis. Sigmund Freud: Psicopatología de la vida cotidiana. Tomo 1. Dr. R. Laforque: Le réve et la psychanalyse. Ed. Malaine. París. Dr. R. Laforque: Astrologíaypsicología. Ed. Dédalo. Buenos Aires. Federico Níetzsche: Más allá del bien y del mal. Federico Níetzsche: Humano, demasiado humano.
Un abrazo Jose Luis Carrion Bolumar
BIBLIOGRAFIA Sigmund Freud: Ensayos sobre el psicoanálisis. Sigmund Freud: Psicopatología de la vida cotidiana. Tomo 1. Dr. R. Laforque: Le réve et la psychanalyse. Ed. Malaine. París. Dr. R. Laforque: Astrologíaypsicología. Ed. Dédalo. Buenos Aires. Federico Níetzsche: Más allá del bien y del mal. Federico Níetzsche: Humano, demasiado humano.
Un abrazo Jose Luis Carrion Bolumar
0 comentarios:
Publicar un comentario en la entrada